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Foto del escritorHamilton Alvarez

CONTEXTOS - ARTE Y TECNOLOGÍA

Para nadie es un secreto la estrecha relación que entablan la tecnología y el arte, una relación que siempre ha estado latente y en la cual el arte es la que usufructúa mayores réditos. Pero si bien decimos que este vínculo siempre ha estado latente, podríamos determinarlo más precisamente desde la aparición de la imprenta, un avance técnico que revolucionó el orden social y cultural a nivel mundial. Esto generó una determinante influencia en el arte, en sus modos de producción y en la forma cómo se divulga y comunica el material artístico. Dichos cambios culturales conllevan a la abolición de la unicidad de la pieza como un objeto sacro que no podía ser replicado, haciendo que las obras estén al alcance de personas que antes no podían acceder a ellas. Posteriormente en los siglos XX y XXI se dará una desterritorialización de los lugares que fungen como nichos culturales y de conocimiento, tales como museos y bibliotecas, se creará así una virtualidad en la cual la visualidad determinará las nuevas formas de abstraer el mundo real, “si <el mundo imagen es la superficie de la globalización>, si la imagen es la evidencia paradigmática de una nueva “aldea global” si en determinado momento, en internet, hay dos millones de usuarios que ven la misma imagen, no podemos tener duda que ha surgido una nueva cultura y ha aparecido a través de la visualidad” [1].

La producción artística está fuertemente determinada por los avances técnicos, dotando al medio artístico de una vasta cantidad de soportes, que pueden acercar al artista mucho más al modelo original que se ha concebido desde sus ideas, quitando de su camino limitantes desde lo matérico, esto generará un cambio, pues si desaparecen los limitantes técnicos, los esfuerzos se volcaran hacia el concepto, generando un paradigma complejo en el cual el material inteligible requiere de ciertos elementos intelectuales para ser interpretado, y la percepción del espectador cambia dependiendo del contexto, casi que podríamos hablar de alteraciones de percepción, pues la obra como elemento original no sustenta el concepto, sino que este está implícito como mensaje, que se adapta desde lo virtual y acorde a su tiempo, así lo plantea Pierre Levy, “Los diversos sistemas de registro y de transmisión (tradición oral, escritura, grabación audiovisual, redes digitales) construyen ritmos, velocidades o cualidades diferentes. Cada nueva disposición, cada máquina tecno social añade un espacio tiempo, una cartografía especial, una música singular a una especie de enredo elástico y complicado donde las extensiones se recubren, se deforman y se conectan, donde las duraciones se enfrentan, se interfieren y se responden” [2]. Aquí es claro que el espectador pasa a ser un consumidor masivo de contenido, que está al margen de limitantes como tiempo y espacio, se puede ver material de cualquier parte del mundo en cualquier momento y conjugado con otros materiales de diversas fuentes, esto a su vez genera un cambio en lo simbólico pues ya no se habla de un contexto cerrado sino de un contexto expandido, con múltiples lenguajes, en el cual los patrimonios inmateriales son los más propensos a cambiar o peor aún a desaparecer en el vértigo de la información mediatizada.


Los artistas gracias a la tecnología adquieren elementos conceptuales que si bien están sustentados de manera teórica, sólo son tangibles en la realidad gracias a los avances técnicos, por esta razón las nuevas expresiones del arte, experimentando con obras en las que la creación es algo compartido con el espectador y el azar. Esto convierte al espectador en un elemento integral de la obra, en donde su mirada no solo está en función de mirar un objeto sino también que adquiere diversas matices, en las que se conjugan: artista, contexto y espectador, “La visión es una construcción cultural, basada en un hacer complejo, híbrido, lejos de una esencialidad o un purismo, necesariamente condicionado, construida y contextualizada. El acto de ver pasa de ser unidimensional para volverse multiversal: mirar y ser mirado, vigilar y ser vigilado, ver y ser visto, todo esto, articulando relaciones de poder, dominación privilegio, sometimiento y control” [3], un ejemplo de esto, es la obra “corazón 190” de la artista Carolina Bonfim en la cual se entablan nuevas relaciones con la mirada, el espacio y el poder.


Los cambios culturales generados por la tecnología, estructuran una nueva concepción de los museos pues estos entran a competir directamente con otras entidades en las cuales el ocio y la diversión es el común denominador. El museo tiene pues, no solo las funciones de preservar, investigar y divulgar material patrimonial, sino también de establecer estrategias innovadoras que generen mejores experiencias a los espectadores, esto en función de potenciar las obras, “Un medio visual puro como la pintura, aparece ahora como un contexto espacial como parte de todo un conjunto heterogéneo. La visión no es un acto puro, aparece trenzado y anudado con los otros sentidos: lo táctil, lo auditivo y en ocasiones con lo olfativo y con el gusto” [4]. También el acto de conservación pasará a otro nivel, pues al alejarse la obra del concepto de objeto único, la digitalización se presenta como una opción sólida que garantiza que una obra perdure. Aquí hay que tener en cuenta que el acto contemplativo de un objeto real, difiere de la contemplación de un objeto digital, pero esto es algo que está determinado por el contexto del ojo especializado con necesidades específicas.


La divulgación y la comunicación quizás sea la variable que más cambios ha tenido con los avances tecnológicos, pues la mayoría de las obras se encuentran de manera digital, creándose así en la red una gran base de datos multimedial, que siempre está a la mano para ser vista, y por ende el flujo de información siempre está en movimiento y en crecimiento, entablando no solo relaciones a niveles institucionales o nacionales sino también a nivel global, “Tanto la informática cómo la tecnología digital han permitido integrar datos que habían estado indefectiblemente separados: imágenes, sonidos y palabras, y a la vez han generado un mecanismo interactivo de producción masiva que sincroniza los procesos de retención consciente del público, determinando maneras inéditas de relación con lo simbólico”[5].


 

[1] ARANGO GÓMEZ, Diego León; DOMÍNGUEZ HERNÁNDEZ, Javier; y FERNÁNDEZ, Carlos Arturo (editores, Coedición con la Universidad de Antioquia). El museo y la validación del arte, estudios visuales e institucionalidad (pág: 27 - 45) Medellín: La Carreta Editores E.U., 2008, P 37.


[2] Levy pierre, ¿Qué es la virtualización?, ¿Qué es lo virtual?, PAIDÓS IBÉRICA, Barcelona, 1999, p: 23


[3] ARANGO GÓMEZ, Diego León; DOMÍNGUEZ HERNÁNDEZ, Javier; y FERNÁNDEZ, Carlos Arturo (editores, Coedición con la Universidad de Antioquia). El museo y la validación del arte, estudios visuales e institucionalidad (pág: 27 - 45) Medellín: La Carreta Editores E.U., 2008, P: 39


[4] ARANGO GÓMEZ, Diego León; DOMÍNGUEZ HERNÁNDEZ, Javier; y FERNÁNDEZ, Carlos Arturo (editores, Coedición con la Universidad de Antioquia). El museo y la validación del arte, estudios visuales e institucionalidad (pág: 27 - 45) Medellín: La Carreta Editores E.U., 2008, P 39


[5] Parra, J.D.(2014). El objeto audiovisual y la industrialización de la conciencia. TRILOGÍA. Ciencia, Tecnología y Sociedad, 10, 87-102. P: 93


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